Carta de los Editores
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Abstract
Desde la irrupción de la tecnología digital hasta la llegada de la inteligencia artificial, los medios de comunicación han ejercido una influencia paradójica en nuestras vidas. Si bien han contribuido a visibilizar injusticias e incluso han sido plataformas para la creación de movimientos sociales globales, también es verdad que sus efectos en nuestros procesos de aprendizaje y convivencia social se han visto afectados por su dinámica vertiginosa que nos aleja del diálogo y la reflexión.
La democracia no se ha escapado a esta dinámica paradójica. Aunque sus orígenes se remontan al siglo V a. C., nuestro actual modelo moderno democrático se afianza a partir de 1945 con el fin de la Segunda Guerra Mundial, es decir, es un modelo con menos de cien años de vida política. Si bien Estados Unidos e Inglaterra pueden considerarse democracias desde finales del siglo XIX, los pilares sobre los que se sustenta esta forma de gobierno —sufragio universal, separación de poderes y estado de derecho—, no se consolidaron hasta mediados del siglo xx dándole la fisonomía que ahora conocemos.
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